Lula cometió tres graves errores en el final de la
campaña electoral.
El primero fue insistir con su candidatura cuando ya
era evidente que iria a continuar proscripto. El segundo fue elegir un
candidato que no sensibiliza a las grandes masas populares que son la base del
electorado de Lula principalmente en el Nordeste . Don este candidato dejó de
atraer el voto masivo de los más pobres que el son fieles a él.
El tercero fue nombrar candidata a vice a una
legisladora comunista, terminando de asustar a los votantes de clase media.
No es verdad que la mayoría de Brasil apoyó al
candidato fascista. Sí lo hizo una minoría muy numerosa, mayor que la minoría
que voto en su contra.
Hubo un total de 29% del electorado que se declaró
indiferente con el resultado de las urnas y se negó a votar. Y un 7% que hizo
cuestión de votar y declarar que le era indiferente quien ganaba votando en
blanco.
Es algo parecido a lo ocurrido en Argentina donde uno
de los mayores logros del candidato
Macri fue convencer a los jóvenes votantes de la izquierda que Scioli no era un
candidato deseable, que era la derecha y que tanto daba que ganara él o ganara
Macri. Bastaba que un 3% de estos jóvenes escépticos y desilusionados votara
contra Macri para que Argentina no tuviera que estar sufriendo el embate de los grandes grupos económicos dominantes
que ahora la gobiernan con los resultados desastrosos que están a la vista.
39 millones de brasileños faltaron a la cita.
Casi 4 veces la diferencia de votos que colocó en el gobierno
a un duro representante de la derecha oscurantista y reaccionaria que amenaza
no a Brasil sino a toda América Latina. La indiferencia y el sectarismo también
matan.
Como también matan la falta de autocrítica y el silencio
frente a los errores propios que tanto han facilitado la vida esta ola
reaccionaria que nos asedia.
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