TRANSCRIBO A CONTINUACION
EL DISCURSO INTEGRO DE LA SENADORA COSTANZA MOREIRA SOBRE EL TEMA ANCAP- ES DE
LECTURA IMPRESCINDIBLE PORQUE PONE EL DEBATE EN SU JUSTO LUGAR Y HACE UN EXAMEN
EXHAUSTIVO Y CONCLUSIVO SOBRE LOS TEMAS QUE FUERON LEVANTADOS.
YO DIRIA QUE HA
SURGIDO EN ELLA UN LIDER POLITICO DE
PRIMERA MAGNITUD A SER TENIDO EN CUENA EN LAS ELECCIOENS DEL 19 Y QUE LA MEDIA,
LA OPOSICION Y EL ASTORISMO TENDRAN QUE PENSAR MUY FUERTE EN COMO DESTRUIR SU
IMAGEN. LOS SUBRAYADOS SON MIOS
El fuerte alegado de
la senadora Constanza Moreira desbarata argumentos de la oposición
Un observador desadvertido de la sesión
sobre la Comisión Investigadora de ANCAP del miércoles pasado en el Senado,
hubiera recordado Rashomon, la vieja película de Akira Kurosawa. En ella
acontece un crimen relatado por cuatro personas; coincidiendo en casi todo, los
relatos eran radicalmente diferentes en intencionalidades, culpas y sentido.
Los cuatro informes presentados en la Investigadora parecían los relatos de
Rashomon.
Uno, sin duda el más contundente, presentado por los
16 legisladores del Frente Amplio (FA), daba cuenta de cada una de las
acusaciones del Senador nacionalista Álvaro Delgado con puntillosa precisión.
El final era concluyente: no hubo ilicitudes ni irregularidades. Los problemas
de gestión eran opinables, las decisiones controvertibles, y el panorama
quedaba abierto para cambios que fortalecieran financiera y operativamente a
ANCAP. El FA no escatimó esfuerzos en su comparecencia para señalar que estaba
dispuesto a reconocer errores. Y a corregirlos.
La oposición no se puso de acuerdo: cada
partido hizo su propio informe. Los
cuatro senadores colorados hicieron un informe que levantaba algunas de las
denuncias de Delgado, pero no otras. De hecho, desestimaron al menos tres de
las denuncias presentadas. El Partido Independiente, de un solo integrante,
hizo su propio informe: elevó la voz y la apuesta en todas las denuncias. El
Partido Nacional, por su parte, mantuvo las mismas denuncias que presentara a
la Comisión, luego de larguísimas comparecencias y más de cinco meses de
debate, como si allí, nada hubiera pasado. Ninguna explicación sirvió, ningún
argumento. El proceso de la Investigadora se transformó
en un drama público, con centro en ANCAP, con un agonista (protagonista) que
fue el Vicepresidente Raúl Sendic y los gobiernos del FA, y un coro compuesto
por los medios de comunicación, las redes sociales, las declaraciones públicas,
y la exhibición cuasi-pornográfica de los entredichos del gobierno -anterior y
actual- sobre las razones del déficit y endeudamiento.
El contexto está más que claro: el Ministro de Economía y Finanzas reclama
más aporte de las empresas públicas a rentas generales (1% del PBI, para
financiar otras políticas y enjugar el déficit fiscal), el crecimiento está más
estrangulado ahora, Venezuela -con problemas- no puede ayudarnos como antes, y
la caída del precio del petróleo cuestiona la rentabilidad económica (no la
social y ambiental, que algún día debiéramos cuantificar) de nuestros
emprendimientos en energías alternativas.
En el gran teatro, con agonistas, coros y acusadores, ¿quién gana? Alguien podría decir que hoy sabemos más sobre ANCAP. Pero, ¿sabemos más sobre ANCAP o más bien instalamos un "sentido común" sobre ANCAP que más oculta más de lo que muestra sobre los verdaderos problemas de la empresa? Las afirmaciones sobre la lata vacía, sobre el perfume Alma Mía, y sobre las inversiones "infladas", son tres buenos ejemplos de esto.
En el gran teatro, con agonistas, coros y acusadores, ¿quién gana? Alguien podría decir que hoy sabemos más sobre ANCAP. Pero, ¿sabemos más sobre ANCAP o más bien instalamos un "sentido común" sobre ANCAP que más oculta más de lo que muestra sobre los verdaderos problemas de la empresa? Las afirmaciones sobre la lata vacía, sobre el perfume Alma Mía, y sobre las inversiones "infladas", son tres buenos ejemplos de esto.
El
primer falso "sentido común" instalado es el de "la lata está
vacía", al decir del Senador Delgado. La danza de los millones que ha
salido en la prensa, ha dejado más que preocupados a muchos ciudadanos. La
imagen del "vaciamiento" ha quedado allí, escrita en piedra,
reforzada por la ley de "capitalización" de ANCAP por parte del
Estado. ANCAP acumuló 600 millones de dólares de déficit en estos cinco años, y
tiene 1.200 millones de dólares de deuda, a número gruesos. Es muchísimo dinero,
sí. Pero
nadie dice que ANCAP factura 3.200 millones de dólares por año. Algo así como
10 millones de dólares por día. Toda la inversión realizada en el período no
llega a la tercera parte de la facturación de un año; 421 en la
desulfurizadora, 251 en las plantas de cemento portland, 141 en los
biocombustibles, y 147 en la planta de cal.
Lo que ha faltado en el relato de estos meses, es que ANCAP es la empresa más importante del país, y lo sigue siendo. Lo es porque la defendimos en 1992 (referéndum contra la Ley de Empresas Públicas), en 2003 (Asociación de ANCAP con privados) y aún hoy, cuando en los acuerdos multipartidarios, frente a una oposición que en bloque insiste con la liberalización y desmonopolización -e importación- de los combustibles-, nosotros decimos: NO. La instalación de la idea de una ANCAP "fundida" no sólo impacta en el gobierno (y puede merecérselo), sino en la sociedad toda (que no se lo merece). Mina nuestra autoestima, deprecia uno de los recursos estratégicos más importantes del país, y banaliza y deforma treinta años de lucha por las empresas públicas.
Lo que ha faltado en el relato de estos meses, es que ANCAP es la empresa más importante del país, y lo sigue siendo. Lo es porque la defendimos en 1992 (referéndum contra la Ley de Empresas Públicas), en 2003 (Asociación de ANCAP con privados) y aún hoy, cuando en los acuerdos multipartidarios, frente a una oposición que en bloque insiste con la liberalización y desmonopolización -e importación- de los combustibles-, nosotros decimos: NO. La instalación de la idea de una ANCAP "fundida" no sólo impacta en el gobierno (y puede merecérselo), sino en la sociedad toda (que no se lo merece). Mina nuestra autoestima, deprecia uno de los recursos estratégicos más importantes del país, y banaliza y deforma treinta años de lucha por las empresas públicas.
El segundo "sentido común" es
que ANCAP cayó en manos de directores que, enloquecidos, comenzaron a producir
cosas para las que el ente no fue creado: ¡perfumes! Y todo a través de un
montón de sociedades anónimas que crecieron y florecieron en los gobiernos del
FA. Pero esto es un profundo error. Las
colaterales las inventaron los dos últimos gobiernos colorados. La muy controvertida Alur en Bella Unión no la creó Tabaré Vázquez en el primer gobierno de
izquierda como tributo a "los cañeros", no. Fue creada en 1999. Ducsa
fue creada en 2001. Caba -creada también en 1999-, no es una empresa que vende
perfumes, sino básicamente alcoholes, de los bebibles y de los otros. Se ha hablado hasta el cansancio sobre el perfume; nada se habla sobre la
cachaza, el fernet, El Espinillar, el whisky o la grappa que produce la misma
Caba. ¿Es mejor producto la grappa que el perfume? ¿La cachaza que el alcohol
en gel? O tal vez debiéramos preguntarnos, ¿qué clase de discusión es ésta? Pero sí parece claro
que debemos incorporar mecanismos de control para las Sociedades Anónimas. Y
que esta información debe ser accesible a la ciudadanía, y debemos tener
derecho a discutirlo todo: desde el sueldo de los gerentes hasta la
conveniencia o no de llevar a cabo tales o cuales emprendimientos.
El tercer falso "sentido común" es
que se ha invertido desordenada y caprichosamente. Y que la deuda con PDVSA es
sospechosa. "Plata dulce", la llamó el Senador Bordaberry. Pero es
que gracias a PDVSA y a su generoso préstamo pudimos endeudarnos para hacer
inversiones de esas magnitudes. Nunca tuvimos un crédito tan barato. No lo
obtuvimos por el FMI ni por el Banco Mundial ni por ningún organismo
multilateral de crédito: lo tuvimos por Venezuela, por nuestra amistad con
Venezuela (y valga sólo este ejemplo para aquellos que dicen que en política
exterior no hay amigos sino sólo intereses). Llevábamos,
en algunos casos, ¡más de 40 años de atraso en inversiones! La desulfurizadora
no se hizo sólo por cuidar el medio ambiente: la nueva tecnología cuidadora del
ambiente en la industria automotriz nos obliga a aggiornarnos y a adaptarnos.
Claro está que la planta desulfurizadora salió mucho, sí. Pero era
absolutamente necesaria. La desinversión es la primera política
"pasiva" de privatización de los activos públicos. Primero se desinvierte, después se busca un socio privado, y después, se
hace una ley para privatizar el activo. Es la secuencia y lo sabemos (lo hemos
vivido).
El Plan de inversiones fue aprobado por
el Poder Ejecutivo. Y Danilo Astori ha dicho siempre: "Estamos de acuerdo
con el Plan, siempre lo estuvimos". Lo que ha cuestionado es el cronograma
de ejecución, y la ejecución misma. Pero hay que recordar que este Plan no sólo
fue aprobado por el Ejecutivo: fue parte de un acuerdo multipartidario
celebrado en 2010. Allí se acordó avanzar en logística, en biocombustibles,
rediscutir las tarifas de los energéticos para que cubrieran los costos
"reales" de la empresa pero también para que estuvieran al servicio
del país, entre otras cosas.
Cuando Astori advierte sobre el desfasaje
entre el programa financiero del gobierno y las inversiones de las empresas
públicas, señala y repite: "todas" las empresas públicas. Y más tarde
precisa: "ANCAP fue la que menos se distanció del programa financiero del
gobierno". Esto también es parte de lo que tendría que haber sido resaltado,
destacado, para saber exactamente el tamaño que tenían las diferencias entre
nosotros, amplificadas hasta la náusea.
Y quisiera agregar: si hablamos de la calidad de las
inversiones, los precios, los plazos, las condiciones: ¿acaso no estaba la
oposición integrada en las empresas públicas, en ANCAP? ¿No lo estaban por
primera vez en la historia reciente del Uruguay? El FA no pudo nunca controlar
las empresas públicas cuando era oposición, pero justamente en el período que
la Investigadora trata, estaban plenamente integrados. Justo allí.
Visto todo esto, ¿creemos que sabemos más sobre ANCAP? No, no lo creo. Creo que la ciudadanía ha sido confundida. Que hay verdades a medias,
presunciones de irregularidades o de comportamientos, comparaciones falaces.
Pero el caballito de batalla de la oposición es siempre el mismo: cuestionar la
capacidad de gestión del gobierno. Y sin defender toda la gestión, ni cualquier
decisión (que deben ser controvertidas, discutidas y abiertas a todas las
redefiniciones que se requieran), creo que la sospecha sobre la
"probidad" de las personas, la presunción de culpabilidades y
delitos, le da un giro diferente al debate. Hace tiempo que la derecha abandonó
la discusión sobre fines. Sea porque los nuestros fueron buscando una línea de
convergencia más al centro, sea porque ganamos la batalla ideológica en algunos
campos, lo cierto es que la derecha abandonó la discusión sobre fines hace
tiempo. Hoy nos. Critica los medios. Y el campo de batalla es ese
Los mitos, las medias verdades, y la cobertura mediática crearon una doble escena: la de la Comisión Investigadora, y la de lo que se difundió en los grandes medios (siempre sedientos de "sangre", conflictos, entredichos). Lo que quedó fue: "si las inversiones duplican el costo... alguien se quedó con la plata". "Si Sendic es ahora el Vicepresidente... se habrá financiado la campaña". Es la sociedad de la desconfianza. Tiro la piedra primero, después exculpo si existe la evidencia suficiente. Es la presunción de la culpa antes de la culpa.
Los mitos, las medias verdades, y la cobertura mediática crearon una doble escena: la de la Comisión Investigadora, y la de lo que se difundió en los grandes medios (siempre sedientos de "sangre", conflictos, entredichos). Lo que quedó fue: "si las inversiones duplican el costo... alguien se quedó con la plata". "Si Sendic es ahora el Vicepresidente... se habrá financiado la campaña". Es la sociedad de la desconfianza. Tiro la piedra primero, después exculpo si existe la evidencia suficiente. Es la presunción de la culpa antes de la culpa.
Pierre Rosanvallon habla de la sociedad de la desconfianza. Dice: "el
ideal democrático hoy no tiene rival, pero los regímenes que lo reivindican
suscitan en todas partes fuertes críticas. La erosión de la confianza de los
ciudadanos en los dirigentes y en las instituciones políticas es uno de los
fenómenos más estudiados por la ciencia política" . Y es que antes la
legitimidad y la confianza eran el dúo indispensable de la democracia. Pero
mientras que sobre la legitimidad no hay duda (se obtiene a través de las
elecciones), la confianza es más compleja, es como una "institución
invisible".
Considero que no se cometieron ilegalidades en ANCAP, ni desviaciones que
entrañen la sospecha de dolo: comparto el informe que el FA por unanimidad
presentó en la Investigadora. El estado financiero del ente, su deuda y sus
pérdidas, ameritan un debate sobre políticas, no una Investigadora, y los
contratos con Trafigura o la propia licitación de la agencia de publicidad
fueron hechas con arreglo a normas y derecho (por muy controversiales que
sean). Temas tales como el atraso en la entrega de los estados contables, la
deuda con PLUNA o la regularización e ingreso de trabajadores, no ameritan la
formación de una comisión investigadora. Pero la confianza es un intangible. Y
aunque lo actuado haya sido conforme a la norma, se incurre en un mecanismo de
sospecha más amplio. ¿Hubo integridad en todas las decisiones? ¿Hubo cuidado
con el "bien común"? Estas son las preguntas que quedan en el aire.
Este es el espíritu que dominó la Investigadora, y entre las declaraciones
públicas de unos y otros, se empezó a ejercer la organización de la
desconfianza. No sólo contra ANCAP, sino y principalmente contra un gobierno
legítimo (éste, cuyo Vicepresidente ha sido tan maltratado). La pregunta que se
instaló es: ¿es éste un gobierno confiable? Sin duda es legítimo, pero ¿es
confiable?
Rosanvallon habla de dos desconfianzas,
la liberal y la democrática. La liberal es heredera de los padres fundadores
del régimen norteamericano, y no está orientada a construir un gobierno bueno y
fuerte fundado en la confianza popular, sino en constituir un poder débil, e
institucionalizar la sospecha. La sospecha hacia los poderes del Estado, dice
Rosanvallon a propósito de Benjamin Constant, construye una libertad que
presupone que la opinión sea sistemáticamente opuesta a los agentes del
gobierno. Es desconfianza del gobierno, pero también sospecha del poder popular
encarnado por ese gobierno.
Claro está que existe otra desconfianza muy distinta, y Ronsanvallon la llama la desconfianza democrática, que es la tutela del poder común a través del activismo social y político. Cuando la izquierda política y social defendía a las empresas públicas con sus plebiscitos y referéndums, movilizándose, protestando, lo hacía en el marco de la desconfianza democrática: participativa, protestona, movilizadora. Pero la desconfianza "liberal" es la inoculación del veneno contra la democracia, y germina en actos de obstrucción, vetos, denuncias. Es fácil instalar "gestionaron mal ANCAP y la fundieron". Es simple. Se repite y se amplifica. Pero es difícil explicar lo complejo. Señalar luces y sombras. Explicar por qué y cómo se tomaron las decisiones: en el acierto y en el error.
Como consecuencia de estos meses de funcionamiento de la comisión se ha instalado la desconfianza en la capacidad de gestión del gobierno de las empresas públicas. Como muestra, baste un botón. Una encuesta de Factum muestra que ANCAP cae de su honroso cuarto lugar en el ranking de los organismos públicos en 2013, al penúltimo, casi hasta el fondo, en el último tramo de 2015 .
El sistema de la sospecha se vuelve cada vez más complejo y ahora abarca otro poder del Estado. Las denuncias ya pasaron por el Senado, sus tres mociones no fueron aprobadas, pero ahora las denuncias pasarán al Poder Judicial. Y ya se sabe que los indagados por la justicia son sospechosos; sean o no declarados inocentes después. Es la trampa de la judicialización de la política: toda discusión sobre fines y políticas se anula. Sólo se trata de buscar culpables.
Claro está que existe otra desconfianza muy distinta, y Ronsanvallon la llama la desconfianza democrática, que es la tutela del poder común a través del activismo social y político. Cuando la izquierda política y social defendía a las empresas públicas con sus plebiscitos y referéndums, movilizándose, protestando, lo hacía en el marco de la desconfianza democrática: participativa, protestona, movilizadora. Pero la desconfianza "liberal" es la inoculación del veneno contra la democracia, y germina en actos de obstrucción, vetos, denuncias. Es fácil instalar "gestionaron mal ANCAP y la fundieron". Es simple. Se repite y se amplifica. Pero es difícil explicar lo complejo. Señalar luces y sombras. Explicar por qué y cómo se tomaron las decisiones: en el acierto y en el error.
Como consecuencia de estos meses de funcionamiento de la comisión se ha instalado la desconfianza en la capacidad de gestión del gobierno de las empresas públicas. Como muestra, baste un botón. Una encuesta de Factum muestra que ANCAP cae de su honroso cuarto lugar en el ranking de los organismos públicos en 2013, al penúltimo, casi hasta el fondo, en el último tramo de 2015 .
El sistema de la sospecha se vuelve cada vez más complejo y ahora abarca otro poder del Estado. Las denuncias ya pasaron por el Senado, sus tres mociones no fueron aprobadas, pero ahora las denuncias pasarán al Poder Judicial. Y ya se sabe que los indagados por la justicia son sospechosos; sean o no declarados inocentes después. Es la trampa de la judicialización de la política: toda discusión sobre fines y políticas se anula. Sólo se trata de buscar culpables.
Pero nosotros, debemos extraer lecciones de todo esto. La primera es la
búsqueda de la transparencia en la gestión de las empresas del Estado.
¡Practiquemos nosotros la desconfianza democrática! Seamos proactivos.
Demandemos información de las empresas públicas. Exijamos una gestión más
democrática, participativa, descentralizada y con el mayor control social
posible. No queremos más "pactos" entre
partidos para determinar dónde empieza y dónde termina lo público. No queremos
que la renta petrolera sea decidida por un puñado de ex Presidentes. La clave
de una política de izquierda es involucrar a la ciudadanía en la decisión sobre
los temas que importan. Y la ciudadanía debe opinar sobre las empresas
públicas. Y sobre el petróleo. Deben opinar la academia, las organizaciones
sociales, los gobiernos locales, las comunidades.
La segunda lección a extraer de todo esto es que algunas discusiones deben llevarse adelante, pero en serio. La discusión sobre qué se incorpora a las tarifas y qué no (la famosa discusión sobre "costos no reconocidos") es una discusión en serio. La discusión sobre si privilegiar los aspectos fiscales (el equilibrio de la empresa) o privilegiar el control de la inflación, deja de lado la discusión de lo que es un precio "justo" para la ciudadanía sobre bienes y servicios públicos. Estas discusiones no pueden zanjarse como un duelo político entre líderes, en que cada parte enmienda la otra, dejando a la mayoría de la población indecisa entre tomar parte por uno u otro (o lo que es peor, rabiosa y tomando parte por unos o por otros). Y aquí estoy hablando del FA.
Ya tenemos experiencia suficiente de gobierno para saber que hemos llegado a una suerte de reparto sectorial del poder de gobierno que no funciona. Funciona mal, y lo sabemos. Llamémosle "división sectorial del trabajo político" (unos se encargan de la economía, otros de la seguridad y las armas, otros de "lo social", y así). La política de sectores a nivel de Ministerios y empresas impide el control cruzado, la evaluación sistemática, colectiva y serena del desempeño de los cuadros políticos, y las designaciones racionales y desapasionadas de cargos de confianza para los cuales el FA adolece de ningún criterio conocido, confiable, y transparentable. Y así, está complicado remontar las dudas que se generan en esta "democracia bajo sospecha". Más después de 10 años de gobierno.
La segunda lección a extraer de todo esto es que algunas discusiones deben llevarse adelante, pero en serio. La discusión sobre qué se incorpora a las tarifas y qué no (la famosa discusión sobre "costos no reconocidos") es una discusión en serio. La discusión sobre si privilegiar los aspectos fiscales (el equilibrio de la empresa) o privilegiar el control de la inflación, deja de lado la discusión de lo que es un precio "justo" para la ciudadanía sobre bienes y servicios públicos. Estas discusiones no pueden zanjarse como un duelo político entre líderes, en que cada parte enmienda la otra, dejando a la mayoría de la población indecisa entre tomar parte por uno u otro (o lo que es peor, rabiosa y tomando parte por unos o por otros). Y aquí estoy hablando del FA.
Ya tenemos experiencia suficiente de gobierno para saber que hemos llegado a una suerte de reparto sectorial del poder de gobierno que no funciona. Funciona mal, y lo sabemos. Llamémosle "división sectorial del trabajo político" (unos se encargan de la economía, otros de la seguridad y las armas, otros de "lo social", y así). La política de sectores a nivel de Ministerios y empresas impide el control cruzado, la evaluación sistemática, colectiva y serena del desempeño de los cuadros políticos, y las designaciones racionales y desapasionadas de cargos de confianza para los cuales el FA adolece de ningún criterio conocido, confiable, y transparentable. Y así, está complicado remontar las dudas que se generan en esta "democracia bajo sospecha". Más después de 10 años de gobierno.
Puestas así las cosas, el "caso ANCAP" muestra que deben buscarse
formas de solidaridad y cooperación entre la Administración Central y las
empresas públicas, que distan de estar aceitadas. Que las empresas públicas son
ante todo, "servicios públicos", y que se deben a la gente. Que no es
lo mismo pedirle a estas empresas que aporten a Rentas Generales para financiar
otras políticas, o exigirles que sean un motor para el desarrollo nacional, o más
bien que proporcionen servicios públicos baratos y de calidad. Los objetivos
deben ser priorizados. Y no todos pueden lograrse a la vez.
Muchos de nosotros seguiremos defendiendo a
las empresas públicas (que pueden o no ser "una vela prendida al
socialismo"). No queremos importar combustible, queremos refinarlo.
Queremos agregarle valor a la producción nacional, y queremos aprovechar las
empresas públicas para potenciar la investigación en ciencia y tecnología.
Queremos industrializarnos, a escala uruguaya, pero industrializarnos al fin.
Queremos soberanía energética, y para eso se precisan empresas públicas
destinadas a la energía. Pero también creemos en la desmercantilización de los
servicios públicos. Eso también es una vela prendida al socialismo. Y la gestión participativa
de nuestras empresas está hoy, en el debe. ¿Aprenderemos algo de toda esta
experiencia? Espero sinceramente que sí.
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