Una ironía del sistema : DILMA ROUSSEFF una mujer tecnócrata con un amplio
conocimiento de la temática a su cargo, quizás la Presidente mejor dotada para
el cargo de toda la Historia de Brasil, fue una mujer intransigente con la
corrupción, destituyó ministros de su padrino LULA cuando cayeron bajo sospecha
y se negó a siquiera a recibir a los diputados acusados en el caso de Petrobras
y otros similares cuando vinieron a pedirle protección.
Y va a caer decapitada precisamente
por diputados que la detestan por no haberlos protegido en sus causas, por no
haber participado en sus negocios, con el comprobadamente corrupto Presidente
de la Camara EDUARDO CUNHA, que deberá seguramente ser destituído poco tiempo
después dado que su participación en el cobro de propinas está archiprobada, salvo
que el nuevo presidente, agradecido, lo
proteja y le otorgue la impunidad que
Dilma no le ha dado.
Dilma cae porque con ella no hay seguridad para nadie. Para nadie que robe.
Y porque en los primeros años de su mandato se tomó en serio lo de que su
partido quería reformar el sistema y tomó iniciativas que irritaron
profundamente al poder económico, que tan feliz fue durante el gobierno de Lula
que, lejos de modificar el sistema, se limito a hacerlo más caritativo.
Un final que lamentablemente aporta una nueva razón a la creciente
desilusión y desprestigio que está sufriendo la democracia en América Latina,
condenada en apariencia a ser un instrumento del Poder Económico para gobernar
sobre los infelices que debidamente amaestrados por la media votan lo que el
Poder Económico les ordena.
Así nació en el pasado la trágica fantasía guerrillera con las dolorosas consecuencias
que todos hemos vivido.
Una fantasía que vino de la mano de jóvenes desilusionados con un sistema
que pregona ser el sistema de gobierno en el que el poder está en manos del pueblo,
pero en el que en realidad el pueblo es apenas un convidado de piedra al que se
convoca cada tantos años para que vote y para
que vote en contra de sus propia conveniencia. De jóvenes que creyeron (o
les hicieron creer ) que sólo con las armas se podía superar esta fantochada e instaurar
un sistema donde el pueblo realmente tuviera voz y voto en lo que el gobierno
hace. Jóvenes que pronto aprendieron que
no hay guerra limpia, que en las guerras se mata ( y también se muere ), que el
pueblo no quería ni oír hablar de ellos y sus teorías supuestamente orientadas
a beneficiarlos, y que el sistema político que con ilusión pregonaron implodía
en los países donde fue llevado a la práctica.
Una juventud que vive hoy enajenada,
sin ilusiones ni utopías y que simplemente descree de todo Y PRINCIPALMENTE DE
LA POLITICA. Y a quienes hemos narcotizado con la droga, la bebida, el sexo
libre y el consumismo.
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