Mientras el gobierno
discurre con toda la calma del mundo qué actitud tomar frente al desembarco de
Uber , una empresa extranjera que pretende desplazar a los servicios de taxi
locales, la empresa va ganando terreno. El público ve con buenos ojos la mejor
flota de automóviles, la desaparición de la terriblemente incómoda y peligros
mapara, los precios más bajos, la amabilidad del atendimiento y los detalles de
gentileza tales como tener el diario del día para que el pasajero lea durante
el viaje.
A mí me produce
frustración y vergüenza vivir en un país donde cada vez que tomo un taxi
contribuyo al déficit de la balanza de pagos porque hay que pagar una comisión
al exterior por el servicio prestado. Pero, claro, ya ocurre con las farmacias,
los supermercados, los bares, etc.etc. Dentro de poco vamos a tener que pagar
royalties para salir a la calle. Y mientras , vivimos eufóricos la ficción de
que finalmente somos norteamericanos. Y disfrutamos de los servicios 25 hours,
del delivery, las sales con productos 20% off, y otras delicias de vivir en el
extranjero sin dejar el país.
Se repite con los
taxis lo que ocurrió con las hamburguesas. Hoy a nadie se le ocurriría ir al
boliche de la esquina para comer una hamburguesa y perderse la cajita feliz.
Poco importa que ahora que tiene el dominio del mercado la empresa extranjera
haya aumentado sideralmente los precios y ya no sea tan baratita y que el pais
este en definitiva enviando al exterior dólares duramente ganados para pagar
royalties para que una empresa extranjera nos venga a vender lo que nosotros
siempre supimos hacer. Mucho mejor y más sano, además...
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